La niñez de los gitanos es muy rápida y dura. Desde pequeños se les enseña a ser independientes y poder sobrevivir sea como sea, de vivir en ciudad y ciudad, limitando sus relaciones de amistad, ir a escuelas públicas.
Su escuela y aprendizaje nace desde su familia, su único núcleo, su chara (casa), los animales que llegan, perros, gallos, caballos, vacas, etc.
Su saber es cien por ciento gitano, su idioma rumano o romaní es identitario de sus raíces, que son transmitidas de generación en generación, ellos son únicos, poco comprendidos y muy volátiles en sus actuares, su círculo familiar es sagrado y crecen rodeados de comunidades gitanas y paisajes, son una comunidad cerrada y muy carismática, son amables cuando quieren ser, confiados y desconfiados, jugando siempre entre el bien y el mal, esa ruleta constante que persiguen es sinónimo de audacia, de perspicacia, los niños se van nutriendo de los adultos y van afinando sus cometidos, son inocentemente traviesos, pero bajo esa inocencia está el filo de la navaja, esa que lleva un pasado donde muchos han caído, bajo la poca protección de su niñez, apresurando su crecimiento en beneficio de otros, algunos de ellos empiezan a vivir una vida de adultos a temprana edad, consumiendo drogas, alcohol, teniendo relaciones sexuales y robando.
La niñez es auténtica y su identidad como gitanos los lleva a perder la rápidamente.